viernes, 14 de agosto de 2009

¿A dónde corres?


Salmo 61:2-4 Desde los confines de la tierra te invoco, pues mi corazón desfallece; llévame a una roca donde esté yo a salvo. Porque tú eres mi refugio, mi baluarte contra el enemigo. Anhelo habitar en tu casa para siempre y refugiarme debajo de tus alas.

Mi amigo cuenta la historia de algo que sucedió mientras su papa estaba cazando venados en los bosques de Oregon. Con el rifle acunado en el hueco de sus brazos, su padre iba por un antiguo camino de leñadores casi borrado por la exuberante espesura. Caía la tarde y estaba pensando en regresar al campamento cuando oyó un ruido en los arbustos cerca de él. Antes de que tuviera oportunidad de levantar el rifle, un bultito castaño y blanco corrió hacia él a toda velocidad.
"Todo sucedió tan rápido, que papa apenas tuvo tiempo de pensar. Miró hacia abajo y allí estaba un conejillo castaño (en extremo agotado) acurrucado contra sus piernas entre sus botas. La cosita temblaba como una hoja, pero allí estaba sin moverse. Esto era sumamente raro, los conejos silvestres tienen miedo de la gente, y ni siquiera es fácil llega a ver alguno... mucho menos uno que venga y se siente en nuestros pies.
Mientras papa trataba de encontrarle explicación a aquello, otro actor entró en la escena: Mas abajo en el camino una comadreja saltó al camino, cuando vio a mi padre (y a la que consideraba su presa, sentada a sus pies) el predador quedó congelado, el hocico jadeante, los ojos con un brillo rojo. Entonces comprendió papá que había irrumpido en medio de un pequeño drama de vida y muerte en el bosque. El conejillo, exhausto por la persecución, estaba a solo minutos de la muerte. Papá era su última esperanza de refugio. Olvidando su natural recelo y miedo, el animalito instintivamente se había pegado a el buscando protección de los afilados dientes de su implacable enemigo".
El padre de mi amigo no lo decepcionó: alzó su rifle, apuntó y disparó al suelo justo debajo de la comadreja. El animal pareció saltar casi recto al aire un par de pies y entró disparado hacia el bosque de nuevo, a toda velocidad que sus patas se lo permitían.
Durante un rato el conejillo no se movió. Siguió echadito allí, acurrucado entre los pies del hombre, en la tarde que caía poco a poco, mientras él le hablaba suavemente. ¿A donde fue, chiquitín?. No pienso que te molestara por un tiempo. Parece que esta noche te has librado de la trampa. Pronto el conejillo se fue saltando, alejándose de su protector para entrar en el bosque.

¿A dónde corres en momentos de necesidad; a dónde corres cuando te persiguen predadores como los problemas, las preocupaciones y los temores; dónde te escondes cuando tu pasado te persigue como un lobo implacable tratando de destruirte; dónde buscas protección cuando las comadrejas de la tentación, la corrupción y la maldad amenazan con vencerte; a dónde te vuelves cuando tu energía se agota... cuando la debilidad te embarga y sientes que no puedes huir por mas tiempo; te vuelves a tu protector, aquel que está firme con los brazos abiertos, esperando que vuelvas y te refugies en la seguridad de todo lo que Él es?.

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